lunes, 18 de octubre de 2010

 La máquina de remar
Se cumple 42 años de la primera medalla obtenida por el remero argentino, Alberto Demiddi en los Juegos Olímpicos. Ocurrió en México 1968 cuando "La Máquina", conocido de este modo por el mundo entero, consiguió la presea de bronce en la prueba par de remos sin timonel con un tiempo de 7 m 57 s19. El primer lugar lo obtuvo el holandés Jan Wienese, seguido por Jochen Meissner de la República Federal Alemana.
Demiddi es oriundo de San Fernando, provincia de Bueno Aires y fue considerado el remero más importante de la Argentina y uno de los más reconocidos mundialmente en su momento.

Pero no sólo obtuvo esta medalla de bronce, sino que al siguiente Juego Olímpico, disputado en Munich 1972, consiguió el triunfo más importante de su carrera, el segundo puesto en la misma prueba que cuatro años antes había logrado la medalla de bronce.

Varios puntos valen destacar en dicha situación: la primera es que esa medalla de plata obtenida fue la única en los Juegos Olímpicos de Munich por un argentino. La segunda fue que desde 1964 Demiddi había obtenido gran cantidad de medallas como: oro en el campeonato mundial de 1970, cuatro campeonatos sudamericanos, dos panamericanos, dos campeonatos europeos y el tercer lugar en los últimos Juegos Olímpicos.

Sin duda era su mejor momento, pero el Soviético Yuri Malishev logró un tiempo mejor de 7 m 10s12 y se quedó con el oro. Al terminar la prueba, frustrado por no conseguir el primer lugar Demiddi comentó: "Me ganó bien. Hacía mucho tiempo que no perdía y estaba desacostumbrado a mirar las cosas desde abajo. Me entrené a fondo para el oro. Fue la peor frustración de mi vida como deportista".

De esta manera "La Máquina" demostró todo el sacrificio que tuvo que hacer para llegar a este nivel y tratar de conseguir lo último que le faltaba, la medalla de oro. Luego terminó declarando que su momento de mayor angustia fue cuando el que ganó la medalla de bronce habló con él: "Un golpe muy duro.

Era campeón argentino, sudamericano, panamericano, europeo, mundial... me quedaba una sola, una sola me quedaba. Cuando el alemán oriental Gueldenpfenning se acercó para saludarme y me dijo Tú debiste haber ganado, ahí me dieron ganas de llorar..."  

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